30/3/21
28/3/21
de AVIANA
al hogar de las piedras
donde el reino comenzó
y así llegué
al hogar de las piedras
donde el reino acabó
porque nada comienza
donde nada acaba
porque sí
porque la historia
no es mi historia
si no se repite
como las piedras
absurdamente mías
absurdamente solas
AMEDINILLA
24/3/21
de COMPAÑERO
AMEDINILLA
23/3/21
de T E M P E R L E Y
22/3/21
de C O M P A Ñ E R O
AMEDINILLA
20/3/21
de C O M P A Ñ E R O
19/3/21
de C O M P A Ñ E R O
17/3/21
de COMPAÑERO
15/3/21
de COMPAÑERO
mi familia no es de aquí
pero eso lo supe tarde
así el poema
en el mundo
(el poema y la existencia)
te lo dije
mil veces
yo
(instructivos)
evita la muerte
el último verso
demasiadas elegías
cuando el aire se vició
aunque cuán cierto es
cuántas olas, magdalena
cabriolan en el mar
(poética del silencio)
si no fuera secreto
te pediría las llaves
AMEDINILLA
14/3/21
de EL LIBRO DE CARNE Y SEBASTIAN
LA GRIPE
Nunca imaginamos que nuestra hija tuviera la forma de un libro. De hecho, nunca proyectamos consecuencias más allá de lo inmediato (vestíamos árboles, descampados, enredaderas, yo te agarro por detrás y tú por delante en los polígonos a pie, angares, sexo duro y blando, canela y camelas, risas, protestas, las medio protestas, las puras verdades). Aún recuerdo aquella entrega: enviamos al Iñaki, el prenda, doscientos gramos de jamón serrano y un kilo de pan cateto para su futuro en el trullo, que ni siquiera agradeció. Se pudra. A la madrugada, a hurtadillas, pintábamos el Congreso con un arco iris revolucionario, olor a deseo y votos nupciales, porque cuán cierto era que nunca sospechamos que nuestro hija tuviera la forma de un microcuento subversivo, como su santa madre, botando descalza por Zorrilla y San Jerónimo, arriba los pobres del mundo, clamando en pie los esclavos sin pan, «porque eres más bonita que la batalla de Stalingrado, hija, te voy a hacer un libro, te echaré un polvo de plata y oro, polvo del siglo y el fin de los tiempos, te haré una niña, me contarás un cuento».
—¿Estamos o no estamos, canijo? Nuestro libro será eterno como la lucha de clases… en cuanto se nos vaya este gripazo. ¿Te quedaban clínex? —estornudó Carne, húmeda de savia y lluvia y protesta.
—Ay niña, tenemos que ponernos las pilas y salir pitando —le advirtió, tironeando de su puño alzado, revolucionario.
—Niño, qué cuento tan hermoso crecerá desde esta noche en mi vientre... —sentenció suavemente, con su rabiosa sonrisa entre labios.
—Y sí, viva la literatura de tu espalda desnuda, viva tu vulva... pero salgamos.
13/3/21
de C O M P A Ñ E R O
cada historia
necesita un lenguaje
como cada hombre
un compañero
¿y si no hay historia?
si no hay historia
habrá lenguaje
de la no historia
¿y si no hay lenguaje?
difícil saberlo
pero no será
dañino ni bueno
sino blanco silencio
y tal vez
excesivamente
puro y limpio
y ya sabemos,
qué falso es
lo puro y limpio
tan peligrosos
sin compañero
12/3/21
de EL LIBRO DE CARNE Y SEBASTIAN
la primera
y última persona
en el aire
y al caer se miran
con infinita compasión
ellos y sebastian
al viento y los árboles
en la mucha luz
rincones
pasiones
parecieran mirlos o un niño
dominando el aire
AMEDINILLA
10/3/21
de EL LIBRO SIN RESPUESTAS
¿Cuestión de grietas, rosas?
9/3/21
de EL LIBRO DE CARNE Y SEBASTIAN
—¡Ven a casa de inmediato, Sebastian, y trae esa maldita trenza! Olvida la lechuza.
8/3/21
de A V I A N A
a lo que llamo azul
no soltaré
tu mano que crece
y me mira
pronto me hablarás
y calmaré tu vientre
como un manzano
al peregrino
7/3/21
de A V I A N A
1/3/21
de AVIANA
28/2/21
de AVIANA
26/2/21
de LIBROS éditos : O L U M
10
A un xo’on experimentado le llevará de treinta a cuarenta minutos acceder al primer poema, a la primera hierba heurística, al primer bosquejo, a la sagrada eucaristía de las mareas. Martín Gusinde lo sabe y, sin embargo, ha nacido condenadamente blanco, enfermo, cristiano, efímero y vestido: en él la Visión sólo pudo florecer con un parpadeo y en el mismo parpadeo desaparecer sin mayor esfuerzo. Pronto se transformará en un xo’on peligroso para mi pueblo.
Mi y’aham’ lo sabe: los ojos lánguidos con marcadas aureolas de vicio, desde un tiempo sin medida, fijos en el mismo punto de su piel creciente, abre sus piernas brunas y acariciadas que gotean, araña y propone aquello que Gusinde desconoce: conmover la grieta y examinar la flora, amparar la brisa y la miel, el trinar y el espino, la carne cuando crece y decrece, explota o reingresa a mi pueblo a un mundo helado, bajo esta ardua labor amatoria.
El amor, de ese modo equívoco, es un trance falso para Gusinde, un falsete que pestañea hasta el próximo gemido que anide y se esfume, sin reciprocidad, sin arrojo ni compromiso. Martin entra y sale. Entra, sí. Pero él sólo quiere entrar, mi y’aham’. Y también lo sabes. Y el guanaco también lo huele, claro que lo sabe, lo sabe porque lo huele, porque aparece y desaparece cuando el hombre blanco se acerca (márren márren), un grito en el viento parpadeante.
–Cómo huele la carne del hombre blanco, qué usura.
«Entender no será suficiente. Ayúdenlo a nacer», suplicó el ákel de su rostro, de costado, frente a Mankasen de pie, de frente, frente a la cámara.
Los Selk’nam apodaron a Gusinde «mankasen», cazador de sombras (en lengua selk’nam: «man» es sombra, y «kasen», cazador).
¿Qué nombre me darán a mí?
A.MEDINILLA