18/2/21

de T E M P E R L E Y

     



Hoy celebramos la fiesta patria, mi capitán, y ya reconocimos los manjares, los nombres exactos de las delicias. Aunque guardábamos silencio, no demoramos en el aprendizaje. Todo lo vivimos y en escaso tiempo: uno más en la noche del Nuevo Mundo, sobre la tierra helada del pan dulce. Y será tan inútil renombrar como acallar, con cuánta verdad y qué tarde, con cuánta humildad y qué abundante, y qué lejos y ajena, qué apetecible destella la mesa familiar, engalanada la festividad, engalanada para la ocasión prometida, tal vez destinada, de rendirnos a los encantos del paraíso.
Como siempre en altamar, mi Capitán tuvo razón: las batallas no se narran curioseando por las ventanas de los nativos. Había que vivirlas de otra manera: atravesándolas. Los exploradores no debimos espiar lo ignorado tras los altos ventanales, ni amar con los ojos rotos y distantes a las hijas del paraíso, so pena de renegar del mar agónico y esmeralda de nuestros ancestros. 
Sin embargo, mi capitán, hoy celebraremos el sacrosanto feriado, el alto matrimonio del cielo y la tierra; cavaremos el hoyo de la Pachamama, ya sin memoria alguna de lo que fuimos en nuestro reino, allá, en el Viejo Mundo devastado.
Hemos nacido, capitán; al fin, mi capitán, fuimos los conquistados. Estamos ciegos y no estamos solos.



A.MEDINILLA



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