24/9/20

de P S I C O L O G Í A

 




Samsa coleccionaba gusanos de seda desde la infancia, así como túmulos de frases hechas para huir de las crisálidas inferiores y sus envites cotidianos, en busca de un sueño irreal. Hoy por ti, mañana por mí, mon amour. Hoy por ti, mañana por mí, cucaracha. Implicó un hecho estremecedor para cualquier insecto digno de su casta, desayunar cada día, invariablemente, con tamaña noticia en el catre, sin más aperos que las telarañas del sueño enunciado y persistente, y saber que no somos nadie, otro cliché, querido, no somos nadie sin la metamorfosis necesaria del niño interior hacia el hombre cucaracha. Pero no por mucho madrugar, ya lo sabes, te descucarachan antes, y menos aquí, en Praga. 

  Aquel sábado Samsa despertó al mediodía, irritable, oliendo a macho y a hembra. De aquel niño, no volvimos a hablar.


*


Samsa camina como cualquier insecto: desnudo y en silencio. De qué se asombran esta noche. Con el pico alzado penetra y avanza bajo su nido esmeralda, ardiendo, callando, perforando, saliendo y hozando. Qué olor a semen.

   Todos amamos a Samsa, menos él.



A.MEDINILLA

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