sec. 1
SUPLEMENTO DOMINICAL
“–Sí. La señorita dijo que, aunque no viéramos nada, allí se produjo una civilización.”
“La muerte de una mosca: es la muerte.”
Marguerite Duras
No es la tumba del Nilo. Es la cama deshecha. El mar que bosteza. Furioso y sucio.
*
Lo supe ayer. Te quedarás con tu sangre y yo con la mía, a las doce de la noche. Falta un año y falto yo.
*
Las nubes cubren la escritura y la alegría de tus ojos. Leímos y leemos y leemos.
*
Garrapatea sobre el gato con botas, el Clarín de la mañana monopólica y el Uruguay invasor, provincia nuestra. Ha nacido la radio. K. era otro, eso creo recordar. La torre alimentando peces, nena. Praga tampoco existe. Seamos claros. Seamos negros.
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La franja en el horizonte gris. Estudia un hueco. Qué esperanza. Un hueco. Qué asco. Luego se demostró, el hueco. Se demostró aquí, azul y azul y azul. Pero ya estabas enferma.
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Vigile el dormitorio por si acaso algo, por si acaso vuelva. La enseñanza de la hierba que vuela. Otra hierba. La hierba. La hierba que no se arrodilla. Nada que ver. Insulsa, don Juan.
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El olor a pucho levita, insoportable y necesario. Como la noche. Como el silencio. Abro la ventana, necesario, insoportable.
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Dos monstruos gritan. Golpean el automóvil inocente. La una.
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La mínima y la máxima en tu última hoja, qué alarde. La vida, indebidamente en blanco. Dan las dos, pie de imprenta.
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No entiendo tu enfado. Ni el mío. Duermes junto a la ventana. Sé que no es mi culpa: apenas levanto los huesos del suelo. Pero es la culpa.
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Los ruidos de la noche veraniega, humana, demasiado humana. Humano era. Nadie cura la lepra de tus hijos, nadie sanó a las bestias que aullarán borrachas a la misma hora, un año más. Otro día más. El Atlántico es así. Igual que todo.
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Cabeceo. Una galería de gatos, complacientes enloquecidos -cuarentonas, por supuesto- donde fornicar, narrar y datar en el acto la vileza. Aunque nadie oiga el sueño de la nación, aunque nadie. Ni el silencio del mar, aunque nadie. Un perro. Un perro, hermano mío. Estoy a salvo.
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Se masturba junto a la bestia que aúlla sin consuelo, los genitales retorcidos por el dolor marino. Qué frío. La enfermedad. La misma noche. Estamos solos y apenas. No puede ser tan boludo. No te encontrarán como a Iván Heyn .
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Quiero volver, quiero volver, mi amor, a este infierno anual de buenas intenciones.
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¿Tiene derecho?
Tiene derecho.
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El tsunami y la morriña no existirán mañana. El krill, en la olla, tal vez sí (qué invento el metal), si la escritura amaneciera, si recordara, si la escritura amaneciera feroz, si la escritura recordara herética y feroz bajo el sol resplandeciente (qué invento el freezer).
*
Volvemos a casa. Tanta y tamaña tierra que alguien diga que dije yo.
a la Lucila del Mar,
un lugar en el mundo,
mi lugar
en aquel mundo
en aquel mundo
de A V I A N A
-inédito-
(c) a.medinilla
-inédito-
(c) a.medinilla
*img. 1947 LIFE Magazine fashion feature. (c) Nina Leen
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