Hoy celebramos la fiesta patria, mi capitán, y ya reconocimos los manjares, los nombres exactos de las delicias. Aunque guardábamos silencio, no demoramos en el aprendizaje. Todo lo vivimos y en escaso tiempo: uno más en
la noche del Nuevo Mundo, sobre la tierra helada del pan dulce. Y será tan inútil renombrar como acallar, con cuánta verdad y qué tarde, con cuánta humildad y qué
abundante, y qué lejos y ajena, qué apetecible destella la mesa familiar,
engalanada la festividad, engalanada para la ocasión prometida, tal vez destinada, de rendirnos a los encantos del paraíso.
Como siempre en altamar,
mi Capitán tuvo razón: las batallas no se narran curioseando por las ventanas
de los nativos. Había que vivirlas de otra manera: atravesándolas. Los exploradores
no debimos espiar lo ignorado tras los altos ventanales, ni amar con los ojos
rotos y distantes a las hijas del paraíso, so pena de renegar del mar agónico y esmeralda
de nuestros ancestros.
Sin embargo, mi capitán,
hoy celebraremos el sacrosanto feriado, el alto matrimonio del cielo y la tierra; cavaremos
el hoyo de la Pachamama, ya sin
memoria alguna de lo que fuimos en nuestro reino, allá, en el Viejo Mundo
devastado.
Hemos nacido, capitán; al fin, mi capitán, fuimos los conquistados. Estamos ciegos y no estamos solos.
A.MEDINILLA
No hay comentarios:
Publicar un comentario