Érase el mismo parque... pero éramos otros. Alguien sostenía mi mano, curvándose junto a un perro negro de un solo testículo, igualmente negra, y los árboles crujían, cómo crujieron, con las hormigas que soñaban a su reina esponjosa, como cada noche.
Vimos al búho aparecer en tu cuello, en esta historia del parque, pero no fue sino un ángel premeditado bajo un esfuerzo sostenido. Algo de alguien se parecería a esto, eso o aquello, pero nadie oh nadie como tú; al anochecer, cuando el perro comenzó a ladrar a las mil polillas que bailaban bajo la luna azarosa, redondeándonos, y te dije oh sí, oh sí, mi amor, quiero más, más fuego, como en los tiempos iniciales.
Pero era otro muy distinto el parque creciente en ese momento, y tú y yo no fuimos aquellos que solíamos ser, sino tú, yo y Sebastian, de la mano, los que mirábamos la noche sin tormenta... gozosa y sonriente bajo el cielo protector de su buena estrella.
Y todo, todo lo escrito, mi cielo, carne mía, fue la verdad vivida esta vez y para siempre, en la noche interminable. Lo juro, sobre este libro.
*
(una lectora torrencial)
aceptó el pacto del autor
aceptó que este libro
era de carne y hueso
y corazón doble
y un perro
o dos
A.MEDINILLA
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