¡Qué extraordinario! Cuando llueve, llueve. Cuando llueve, sólo se ve la lluvia. Dejó de llover. Encuentro a Samsa en el centro de la habitación, solitario y de pie, con las ojotas verdes y el pantalón de verano arrojados sobre el suelo de madera, como animalitos que desfallecen, pareciera que aguardando una mano amiga o mis serias advertencias sobre el amor y la lluvia. «¿Qué te sucede, Samsa? Estás hermoso… y mojado, esta noche».
a.medinilla
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