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No necesitaron la escritura, ni rima ni sal ni mayólicas, ni alejandrinos vanos, ni desarrollo discursivo salvo en ocasiones ceremoniales como el Hain. Los cantos se heredaban. Ni duda cabe que el poema fue la presa predilecta, la más preciada como alimento del guanaco en el tiempo hoo’win. Una isla de poesía.
Pero la Historia, la historia del sur o cualquier historia, comienza con el matriarcado de la luna y su brizna de hierba rumiando, armando alimento, amando. La palabra «jepr» significará a su vez carne de guanaco y comida. La palabra lírica la inscriben hoy, menos gutural, en la city verdeante como un niño caminando bajo la brisa de su haruwen. Las mujeres. Las aves, tablets. La sangre. La luna y el sol. Nosotros, con los tobillos cansados.
–Tecleo su nombre exacto y espero que me bese.
AMEDINILLA
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