Diluvia, a ráfagas, y se detiene de golpe la tormenta. Confundirás el sonido basculante de los contenedores de basura, seco, cortante y repetido, con los truenos lejanos. Leerás del mismo modo equívoco, y desnudo entre sus brazos, El infierno tan temido, nuevamente.
«Nunca he conocido un insecto más fiel a su conciencia —anotaba Psicología—, a su esforzada memoria en vano, a los turbios juegos del amanecer. El amor es un jugo de limón, mi cielo, y de incendios controlados».
—Ven con mami, Samsa, ven al hoyito, mi bebé, y dime qué has quemado.
A.MEDINILLA
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