11/12/20

de T E M P E R L E Y




Qué será «eso tan amargo» de lo que nadie habla, capitán Derek, hoy que temblamos, abrazados los unos a los otros, indefensos bajo el otro calor de la noche americana y los insectos voraces. 
Mi capitán no supone cuánto nos sorprendió la necesidad de «algo dulce», a todo instante, en esta tierra extraordinaria. La variedad de azúcares fue tumultuosa y admirable, como bolas de colores de un gran árbol de Navidad. Bien sé que no llegó la Navidad, aunque juro que pareciera por el viento a estribor que azota las caras y las casas heladas.
Confieso que, ayer, ya años o nunca, como un bandido sin escrúpulos, traspasé el umbral de una mansión imprevista, donde contemplamos un extraño árbol de navidad bajo la canícula aplastante y descolocada, el más luminoso de nuestra errática existencia, nido de ternura azucarada y enredadera, colmado de ángeles y demonios. 
Casi lloré, capitán Derek. Mi capitán supo que nada sé de hogares, y podrá entenderme. Un gitano llegó seis meses tarde a «esto tan amargo» de lo que nadie habla.



AMEDINILLA 

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