1/12/20

de P S I C O L O G Í A




    —La literatura ha muerto con nosotros. Caminaremos juntos, lejos de todos.

     Cayera quien cayera en la venganza, sus manos embarradas, lejos los cuerpos ingratos arrojados a la fosa común, y mientras el peligro rondara de nuevo su hogar de plantas aromáticas, a Samsa pudimos entreverlo por los altos ventanales, atravesando el estudio a grandes zancadas, colérico y curioso de su poder, extendiendo los brazos con ademanes furiosos que alzaban piedras y hojas como peces en el tumulto de un remolino. 
   
    —Nada la turbe, nada la turbe en su cruz —vociferaba a los hombres apostados, bajo el cielo girando—. Nadie. ¡Alejaos, miserables!

     Era la fe, probablemente la duda. Una bandada de tordos cortó el aire para anidar en el silencio. Cayendo el mediodía, Psicología se arrojó en el sueño con sus crías amparadas. Otra bandada de tordos entregó un silencio aún más puro: se quedó completamente dormida con los niños en brazos, mientras Samsa, al acercarse, murmuraba que aquello sólo era cuestión de tiempo y orgullo, de fe inquebrantable, de caminos largos y juntos, lejos y cerca de todo. Una materia de amor, la lealtad en la noche más aciaga del nuevo mundo y la esperanza. Un respeto. Probablemente una media mentira o una verdad a tiempo.

    Era la fe. Bajo un constante aroma a membrillos cocinándose a fuego lento, en la tarde del kuchen que degustó del mismo modo que fue olvidado, hubo un rumor de cenizas y aceitunas, de flores y huesos, de prejuicios y cobijo bajo la luz marina de los sueños; aquel olor intenso a vida había despertado con dulzura incluso a los muertos. 

     Psicología abrió muy lentamente los ojos, y sonrió como si estuviera nadando al mirar la luz verde de sus ojos, y los suyos en la luz verde del mar.

    —La literatura ha muerto con nosotros —repitió, mientras los niños correteaban por el jardín, amarillos, con un manto de flores sobre la hierba cortada, jugando lejos, jugando cerca de ella.

    Un punto negro en el horizonte volvió la mirada atrás, con su bastón de mago.



AMEDINILLA

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