Debo contar el cuento que no me contaron. Salto de la silla en cuanto los oigo rodar por las cuadras del conurbano.
Amo al perro del cartonero (gordo mal de asado), siempre delante del carro, sin mirar atrás. Pareciera que demasiado flaco, demasiado exhausto para existir. Magenta, casi transparente, nunca se rebela. En realidad, ni me registra. Nunca le oímos ladrar pero continúa avanzando.
Cuando se alejan, mi capitán, también me alejo, cabizbajo. Desconsolado pienso en su Triunvirato indefinible, divago entre botellas de mil colores y, a veces, en telos grises y tristes bajo el olor fugaz de sus hembras y gatos, donde olvidar la noche.
Sé que no debo hablar ni puedo de la bestia que acarrea con todo.
AMEDINILLA
No hay comentarios:
Publicar un comentario