Porque no volvimos a verla frente al ombú, prohibitiva y desnuda. Bajo la escarcha de julio, corroído nuestro orgullo imperial, malheridos rabiamos con nuestros puños como aldabas, golpeando su puerta cerrada a cal y canto. Esquivando los vidrios rotos entre las rocas del Bicentenario, un basural elocuente, sangramos a orillas del turbio mar que comentan es un río, llorando como niños, como niños, por nosotros mismos.
No entiendo qué venimos a conquistar, capitán Derek. Nadie ansía pertenecer a nadie. Ignoran que estamos completamente solos y cautivos… sin el reino prometido, como niños, como niños.
a.medinilla
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